El club de los devoradores de hachís

Cuando piensas en consumidores de cannabis, ¿qué es lo primero que se te viene a la mente? ¿Cuántos de vosotros pensáis en poetas, pintores o filósofos franceses del siglo XIX que han pasado a la posteridad?

Esta imagen puede parecer diferente de la caricatura que muchas personas tienen en sus mentes del fumeta desmotivado, tumbado en el sofá, limpiándose las migajas de Doritos del pecho. Sin embargo, este estereotipo generalmente está muy lejos de la realidad. Porque durante siglos, el cannabis ha inspirado la creatividad de algunos de los pensadores más influyentes de las generaciones pasadas. Y quizás la mejor ilustración de esto nos llega desde París alrededor de 1845, detrás de las puertas del clandestino ‘Club des Hachichins’.

¿Qué era el ‘Club des Hachichins’?

A principios del siglo XIX, las tropas de Napoleón Bonaparte regresaron de su campaña en Egipto y trajeron consigo el hábito de consumir hachís; y con él, una de las formas de entretenimiento más inusuales para las élites de la era victoriana, especialmente la bohemia, cuando el uso de la planta de cannabis asumió un enfoque menos espiritual y más recreativo.

Atraído por esta novedosa sustancia que alegraba el cuerpo y el espíritu, entre 1836 y 1840 el Dr. Jacques-Joseph Moreau, una figura capital en la psicología moderna, realizó largos viajes a Oriente para descubrir los orígenes de esta planta y probar por sí mismo los efectos del hachís.

Dr. Jacques-Joseph Moreau (Biblioteca Nacional de Francia), un proto-dealer ilustrado
Dr. Jacques-Joseph Moreau (Biblioteca Nacional de Francia), un proto-dealer ilustrado

En ese momento, Moreau y otros psiquiatras creían que los eventos previos al colapso de una persona con una enfermedad mental podrían proporcionar pistas que les permitirían resolver dicha enfermedad. Debido a que las alucinaciones a menudo precedían a los brotes psicóticos, Moreau quería experimentarlas. Además, como ya estaba familiarizado con el hachís y sabía que producía alucinaciones, le pareció la droga perfecta para probar sus teorías.

Sin embargo, sintió que, aunque él mismo había probado el hachís, sus experiencias eran demasiado subjetivas y que, para obtener una opinión objetiva, necesitaba observar a otras personas que estuvieran dispuestas a tomar hachís aunque él no lo hiciera. Así que comenzó a buscar voluntarios que le permitieran observarlos y, en poco tiempo, se convirtió en el dispensador de drogas oficial en el ‘Club des Hachichins’, (‘Club de los Hachisinos’ o ‘club de los devoradores de hachís’), un grupo de los principales artistas, poetas y escritores de Francia dedicados a la exploración de las experiencias inducidas por las drogas.

Unos miembros más que ilustres

La membresía en el Club era flexible y la gente se unía o se retiraba a voluntad. El grupo estuvo activo desde aproximadamente 1844 hasta 1849, y entre sus miembros se encontraba la élite literaria e intelectual de París: Théophile Gautier, poeta, periodista y crítico literario, Charles Baudelaire, poeta y crítico de arte, Eugène Delacroix, pintor romántico, Alejandro Dumas, escritor de ‘Los tres mosqueteros’ y ‘El conde de Montecristo’, Victor Hugo uno de los escritores románticos franceses más importantes e influyentes del siglo XIX; y hasta Honoré de Balzac, otro titán de las letras cuya especialidad fue describir de modo casi exhaustivo la sociedad francesa de su tiempo.

La pequeña isla de San Luis en el Sena, en el corazón de París, era un popular lugar de reunión bohemio; y en el muelle de Anjou se encontraba el Hôtel de Lauzun (en ese momento, Hôtel Pimodan), que fue precisamente el lugar elegido como sede del ‘Club des Hachichins’. Baudelaire y Gaultier ya eran huéspedes del hotel, por lo que empezaron a celebrar sus veladas de hachís allí mismo donde vivían. Considerando que Gautier era muy aficionado al opio, droga sobre la que había escrito un breve ensayo ilustrando sus experiencias con ella, rápidamente se mostró dispuesto a viajar a los nuevos mundos a los que le podía llevarlo el hachís.

Interior del Hotel de Lauzun, donde se sentaban al banquete de la vida los miembros del Club de los Hachisinos
Interior del Hotel de Lauzun, donde se sentaban al banquete de la vida los miembros del Club de los Hachisinos

La medicina de la inmortalidad

Los miembros del club se reunían todos los meses y durante sus cenas/tertulias se realizaban "sesiones de espiritismo", como las llamaban, en las que los participantes, ataviados con ropa árabe y en la comodidad de sus babuchas, consumían hachís mezclado con café, pistachos o especias aromáticas venidas de Oriente como la nuez moscada y la canela.

Los miembros del club también a menudo consumían ‘dawamesk’ (que en árabe quiere decir “medicina de la inmortalidad”), una pasta verdosa (aunque algunos le dicen mermelada) hecha de resina de cannabis mezclada con grasa (manteca o mantequilla), miel y pistachos, que los franceses se trajeron también de sus rondas militares durante la conquista de Argelia entre 1830 y 1847; y que se considera el antepasado de los ‘space cakes’.

Los propósitos de cada uno de tan ilustres miembros variaban desde desarrollar ideas sobre la condición humana, encontrar material literario o expandir sus conocimientos. Y, por supuesto, servir de conejillos de Indias para los propósitos del bueno de Moreau.

Bollo de Dawamesk con marihuana

El Dawamesk es una crema de marihuana realizada a partir de pistachos, miel y hachis cuyo efecto psicoactivo esta descrito en los Paraísos Artificiales y otros libros de intelectuales miembros del Club des Haschischins. Os proponemos aquí una receta de bollo de Dawamesk para un postre más original que el eterno Space Cake.

Estos brebajes y comestibles produjeron efectos alucinógenos completos para los primeros psiconautas que asistían regularmente a las reuniones del Club. Entonces no sabían que el principio psicoactivo del hachís, el THC, al ser fumado pasa directamente a la circulación, pero cuando se ingiere el hígado lo convierte en un metabolito que es cuatro veces más potente. Y de esos barros... aquellos colocones.

Confesiones de un comedor de hachís

El célebre poeta Théophile Gautier escribió en la revista literaria ‘Revue des deux Mondes’ (la revista europea más antigua aún en funcionamiento) sobre su propia experiencia alucinógena después de asistir a una de esas sesiones, informando tras consumir un trozo de hachís del tamaño del pulgar de un adulto que “se adentraba en un mundo lleno de criaturas visionarias, que antes solo habían cobrado vida en las artes visuales”. Y probó el ‘dawamesk’, al que describió como “una esmeralda que emitía millones de pequeños destellos”. He aquí un extracto de ese texto:

“Entrar era retroceder dos siglos; el tiempo, que pasa tan deprisa, no parecía haber transcurrido en esta casa, y como un reloj al que se le da cuerda al descuido, sus manecillas llevaban siempre la misma fecha. El hachís terminará reemplazando al champán. Creemos que hemos conquistado Argel, y es Argel quien nos conquistó"

También muchos usuarios del Club informaron que sus sentidos se intensificaron y se volvieron vorazmente hambrientos. Además, experimentaron alucinaciones o escucharon voces. Por ejemplo, el novelista y dramaturgo francés Honoré de Balzac lo intentó una vez en 1845 y comentó haber escuchado voces celestiales y haber visto imágenes divinas.

Honoré de Balzac, todavía recuperándose del susto...
Honoré de Balzac, todavía recuperándose del susto...

Aunque la mayoría de los miembros del ‘Club des Hachichins’ consumían hachís, no todos compartían tal entusiasmo por esta sustancia. Por ejemplo, Baudelaire, que tenía fama de libertino y era conocido por gustar de lo exótico, encontró el cannabis repugnante y no lo probó más de una o dos veces, a pesar de que vivió en el apartamento encima del Club entre 1843 y 1845. Sin embargo, no fue óbice para incorporarla a su gran obra ‘Les paradis artificiels’ (‘Los paraísos artificiales’), en la que escribió sobre las experiencias de estar bajo los efectos del opio y el hachís.

También afirmó que prefería el vino y se le atribuye haber dicho que el hachís tenía muchas desventajas, la menor de las cuales es que aísla a su usuario y lo vuelve antisocial, mientras que los bebedores de vino se vuelven sociables y profundamente humanos.

El ocaso de un club que marcó la historia de los enteógenos

Después de observar al ‘Club des Hachichins’ durante varios años, el Dr. Jacques-Joseph Moreau plasmó su investigación de varios cientos de páginas en el libro ‘Du hachisch et de l'aliénation mentale, études psychologiques’ (‘Hachís y alienación mental’): “Vi en el cannabis un medio para combatir eficazmente las ideas fijas de los depresivos, rompiendo la cadena de sus ideas, descentrando su atención en tal o cual tema”.

Debido a sus experimentos, y porque pudo observar a sus colegas en diversos estados de conciencia, Moreau se convirtió en el primer psiquiatra en trabajar sistemáticamente sobre cómo las drogas afectan el sistema nervioso central. También el resto de intelectuales franceses que participaron de esas experiencias atravesaron los límites de la realidad para volcarlas en obras que han trascendido a su época.

Por ejemplo, el ‘dawamesk’ aparece en la novela ‘El conde de Montecristo’ de Alexandre Dumas cuando el conde, bajo la identidad de Simbad el Marino, ofrece a Franz d'Epinay un poco de dawamesk, una "mezcla del extracto graso de las puntas de las plantas del cannabis (cáñamo índico) con azúcar y algunas esencias", prometiéndole que tendrá la misma experiencia que los "asesinos musulmanes" que sueñan con un paraíso lleno de jóvenes mujeres después de la vida terrenal.

En cuanto al ‘Club des Hachichins’, se disolvió en 1849 cuando se cumplieron los objetivos científicos de Moreau y se publicó su libro, que a la postre se convertiría en el primero escrito por un científico sobre una droga. Un doble hito en la historia del cannabis, porque por si todavía no te habías dado cuenta, el club de los devoradores de hachís también se lleva el cetro al primer club de consumidores de cannabis del que se tiene constancia, a pesar de que sus miembros no eran usuarios recreativos ni terapéuticos. Era más bien un uso experimental o científico, motivado por la curiosidad y el deseo de alcanzar nuevos estados de conciencia, esos que tienen la capacidad de cambiar nuestra percepción del mundo tal y como lo conocemos.


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08-07-2022 Historia y cannabis

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