La cadena alimentaria del suelo en el cultivo de cannabis
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Pese a no representar una novedad para los cultivadores de cannabis más experimentados - con autoras como Elaine Ingham promoviendo el cultivo orgánico con microvida desde finales de los años 90 o el reciente éxito del libro "Teaming with microbes" de Jeff Lowenfels - este tipo de cultivo es relativamente novedoso para muchos cultivadores de cannabis, quienes se maravillan con el vigoroso crecimiento y el aumento de las cosechas (también de la producción de terpenos) en sus plantas.
El término "soil food web" (la cadena alimentaria del suelo) fue acuñado por Elaine Ingham para referirse a la serie de relaciones que se establecen entre los diversos organismos que habitan en el suelo. Este conjunto de relaciones es vital para tener un suelo vivo y plantas sanas (muchos cultivadores se preocupan por usar el mejor sustrato y nutrición posibles, pero a menudo olvidan la importancia de la biología del suelo en un jardín sano y esplendoroso) de manera que resulta demasiado fácil basarlo todo en la parte aérea de las plantas y obviar la infinidad de interacciones que acontecen bajo suelo.
Observar este complejo mundo microbiano y hacerse una idea de su escala real sin ayuda de un microscopio resulta imposible, así que para resumirlo os diremos que se supone que en un puñado de suelo rico encontramos más microorganismos que humanos hayan vivido jamás: un trillón de bacterias, 10.000 protozoos, 10.000 nematodos y cerca de 25km de hifas fúngicas. Pero, ¿qué es lo que hacen exactamente y cómo ayudan a nuestras plantas? ¿Cómo podemos ayudar en este equilibrio y maximizar así el rendimiento de nuestro cultivo? En este artículo veremos qué son estos microorganismos y cómo interaccionan entre ellos para poder así mejorar la micro-vida en nuestro suelo y la calidad y producción de las plantas de cannabis.
Función de la microvida y de las plantas en el sustrato
Entonces, ¿en qué consiste la cadena alimentaria del suelo? Mientras que en el reino animal esta cadena representa una simple y lineal transferencia de energía (de yerba a gacela, y de ésta a león) las relaciones entre los microorganismos del suelo son mucho más complejas, de manera que esta energía se transforma de una forma variable, intercambiable y cíclica más que meramente lineal.
La mayor parte de energía transferida en esta cadena alimentaria del suelo proviene de la fotosíntesis de las plantas, que se combina con minerales y CO2 para formar compuestos orgánicos que sirven de alimento a bacterias y hongos especialistas que no sólo descomponen y digieren materia vegetal muerta que excretan como nutrientes disponibles de nuevo para las plantas, sino que también son atraídos y se alimentan de los carbohidratos y proteínas producidas por las raíces de éstas, conocidas como exudados de la raíz.
Estos exudados varían su composición química dependiendo del estado de desarrollo de la planta, atrayendo a los microorganismos que ésta necesite en función de su estado. Se estima que las plantas pueden liberar hasta un 20% de su producción fotosintética como exudados, lo que demuestra su importancia en la biología del suelo y en la salud de las plantas.
Principales microorganismos del suelo
La base de la cadena alimentaria del suelo está formada por hongos y bacterias, estas bacterias se pueden añadir con productos como el bactrex de biotabs, que sobreviven alimentándose de materia orgánica y exudados de las raíces. Los nutrientes y carbono que ingieren quedan almacenados en su organismo y liberados al suelo cuando nematodos, protozoos, artrópodos o lombrices se alimentan de ellos. Estos son los principales implicados en esta cadena:
Las bacterias son descomponedores primarios de materia orgánica, que convierten en detritus. Producen y almacenan nutrientes que serán más adelante liberados al suelo, alimentan a protozoos y nematodos, facilitan el movimiento del agua y resultan esenciales en la estructura del suelo, manteniendo juntas a las partículas de éste gracias a una especie de limo bacteriano. Ayudan a regular el pH y por tanto en la asimilación de nutrientes, estableciendo relaciones de simbiosis con las plantas. Si las condiciones son favorables, las bacterias beneficiosas se encargarán de que no haya patógenos y colonizaran cualquier posible punto de infección, ayudando en gran medida en la prevención de plagas y enfermedades.
Los hongos son también descomponedores primarios de materia orgánica, procesando, almacenando y distribuyendo nutrientes. Los hongos son, al mismo tiempo, depredadores de nematodos y comida para ellos. Algunos son capaces de establecer asociaciones de micorrizas con las plantas (más del 80% de plantas forman estas asociaciones), una especie de relacion simbiótica en la que los hongos aportan agua, enzimas y nutrientes y reciben exudados de la raíz, de manera que expanden las raíces a través de hifas fúngicas que colonizan el suelo. Hongos beneficiosos como el Trichoderma activan las defensas naturales de las plantas contra patógenos responsables de enfermedades como la botrytis.
Los protozoos son organismos unicelulares (ni hongos ni algas) que se alimentan de bacterias, liberando así los nutrientes almacenados como excrementos en la zona de las raíces. Así, mantienen a la población de bacterias controlada y también a la de nematodos (tanto como depredadores como en la competición por los recursos disponibles) y al mismo tiempo son una fuente de comida para los nematodos depredadores. Los protozoos necesitan un suelo húmedo y bien aireado, y se sabe que una población sana y numerosa de protozoos es absolutamente esencial para la presencia de lombrices de tierra.
Los nematodos son minúsculos ascárides; algunas especies se alimentan de materia vegetal, otras de bacterias o de hongos, mientras que las especies depredadoras lo hacen de protozoos, nematodos, larvas y otras especies que habitan en el suelo, incluso babosas. La acción de los nematodos libera nutrientes en el suelo, transporta bacterias a diferentes partes del suelo e incrementa la actividad fúngica, acelerando el proceso de descomposición de la materia orgánica. Los nematodos necesitan un suelo poroso para poder desplazarse, y morirán si éste se compacta en exceso.
Los artrópodos del suelo como cochinillas de humedad (oniscidea), ácaros, hormigas, termitas o colémbolos trituran la materia vegetal al alimentarse, acelerando así la descomposición y mejorando la estructura del suelo y la actividad microbiana, liberando nutrientes y bacterias en la rizosfera. Las especies depredadoras se alimentan de otros artrópodos, equilibrando así el número de artrópodos menos beneficiales como sucede con el Hypoaspis Miles, un ácaro del suelo que representa un seria amenaza para las larvas del mosquito de los hongos.
Las lombrices son, sin duda, los miembros más fácilmente reconocibles de la cadena alimentaria del suelo, y sus beneficios son muchos: remueven y airean el suelo, trituran y digieren materia orgánica, alimentan a hongos y bacterias, producen minerales, enzimas y compuestos ricos en microbios y mejoran la estructura, fertilidad, drenaje y pH del sustrato. Las lombrices mejoran el suelo añadiendo materia orgánica y aumentan su CEC (Cation Exchange Capacity, capacidad de intercambio catiónico o, lo que es lo mismo, la capacidad del suelo para almacenar nutrientes).
Además, las enzimas producidas por las bacterias en los intestinos de las lombrices pueden romper enlaces químicos, de manera que el suelo que ingieren es bastante más pobre que el compost resultante de su digestión (10 veces más fósforo, 7 veces más potasio, 5 veces más nitrógeno, 1.5 veces más calcio y otros macro y micro nutrientes) también se pueden usar productos resultantes de este proceso como el Bio Worm de GHE . Una población sana de lombrices requiere las condiciones adecuadas: abundante materia orgánica, vida microbiana sana y suficiente aire y humedad. Un rápido vistazo al suelo puede darnos muchas pistas sobre su calidad, y un suelo con lombrices suele ser un suelo sano y fértil. Aún así no debemos confiarnos, pues si estas condiciones cambian las lombrices no tardarán en migrar y, dado lo mucho que pueden hacer por nuestro jardín, lo mejor es intentar que estos ayudantes subterráneos se queden con nosotros!
Cómo mejorar el suelo de nuestro cultivo
Dependiendo de las condiciones de nuestro cultivo de marihuana, siempre podremos beneficiarnos de la cadena alimentaria del suelo en mayor o menor medida, ya se trate de un cultivo en interior o en exterior. Aquí tenéis una serie de consejos que os ayudarán a mejorar vuestro suelo:
No cavar
Tanto la estructura del suelo como las pequeñas cuevas de las lombrices o las delicadas hifas fúngicas resultan dañadas si removemos el sustrato. Podemos añadir enmiendas para el suelo como el compost en la superficie del suelo, de manera que serán las lombrices quienes lo irán enterrando con su acción. Así, si queremos mantener una vida microbiana sana deberemos evitar cavar la tierra; como mucho, y en caso de querer añadir algún tipo de mantillo, será suficiente con retirar los primeros 2-3 cm de sustrato y añadir la enmienda de nuestra elección.
La técnica de cultivo conocida como "No-Till" o "No-Dig" (no cavar) es cada vez más popular pues los cultivadores se dan cuenta de las ventajas que ofrece un suelo vivo y no alterado. Hay casos de cultivos de interior con grandes contenedores en los que se han realizado 9 o 10 cultivos sin cambiar ni remover el sustrato; según los cultivadores, la calidad de la cosecha aumenta cultivo tras cultivo, pues la vida microbiana que hay en él está cada vez más establecida, aclimatada y especializada.
No usar productos químicos
Para muchos cultivadores resultará obvio decir que los pesticidas químicos tienen un gran impacto tanto sobre las especies beneficiosas para nuestras plantas como sobre las plagas que pretendemos combatir, aunque muchos de ellos desconocen que los fertilizantes químicos suponen también una amenaza para estos organismos: las sales que contienen son irritantes para muchos de ellos, y pueden producir compuestos altamente ácidos o alcalinos, tremendamente tóxicos para la vida del suelo. El uso de nutrientes sintéticos causa también desequilibrios nutricionales en el suelo, promoviendo la compactación de éste y la aparición de malas yerbas y plagas que deberían ser controladas por los organismos beneficiosos afectados, por no mencionar los daños a los cursos de agua debido a la escorrentía de exceso de nutrientes.
Cubiertas vegetales y abonos verdes
La sabiduría popular a menudo cuenta que las plantas que no cultivamos son "malas yerbas" y por lo tanto competencia para nuestros cultivos. Como resultado, nos hemos obsesionado con su erradicación ya sea por métodos mecánicos o químicos, ambos muy perjudiciales para la vida del suelo además de costosos. Pero si nos fijamos en la Naturaleza, los suelos ricos siempre tienen una espesa cubierta verde y no aparecen desnudos de plantas, y debemos entender que la vida sobre el suelo es necesaria para la vida bajo éste. Si bien es cierto que determinadas plantas pueden ser consideradas "malas yerbas" y por tanto no deberíamos permitir su crecimiento en nuestro jardín, la mayoría de plantas que crecen espontáneamente suponen un gran beneficio para el suelo y también para otras plantas.
Los abonos verdes son plantas que se cultivan entre ciclos de cosechas y que son arrancadas y dejadas sobre el suelo antes de sembrar el siguiente cultivo, básicamente con el objetivo de incorporar materia orgánica al suelo, mantener la vida microbiana y la actividad de las lombrices en niveles óptimos y reducir la erosión del sustrato entre cosechas.
Las cubiertas vegetales tienen una función muy parecida, aunque éstas se dejan durante todo el ciclo de cultivo como una especie de acolchado vivo, ayudando así a conservar la humedad del suelo, evitar la aparición de "malas yerbas" y representar un hábitat para insectos beneficiosos. Lejos de competir con nuestros cultivos en lo que refiere a agua y nutrientes, las cubiertas vegetales ayudan de hecho a equilibrar y mejorar las condiciones del sustrato, incrementando la micro-diversidad y la disponibilidad de nutrientes a la vez que incorporando nutrientes del aire, almacenando excesos de nutrientes en el suelo que serán posteriormente reintroducidos durante su descomposición. Cuando estas plantas crecen demasiado tan solo tenemos que cortarlas a ras y dejarlas cubriendo la superficie del suelo para su descomposición.
En este momento pueden añadirse unos centímetros de acolchado para crear las condiciones de humedad favorables para su descomposición y estimular a las lombrices a salir a la superficie. Utilizar el mayor número de plantas es recomendable, así como escoger especies que mejoren el suelo como algunas legumbres y yerbas (alfalfa, trébol, centeno o cebada) y otras que sirvan para mantener a ralla a plagas, como el ajo, la menta o el cilantro, prefiriendo simpre plantas procedentes de semillas ecológicas. Flores como la caléndula atraen a insectos beneficiosos como las mariquitas o los sírfidos, que se alimentan de pulgones y otros insectos no deseables en nuestro jardín. Se ha sugerido que cultivar aquilea y borrajas puede incrementar incluso la producción de aceites esenciales!
Acolchado
Si la idea de las cubiertas verdes no nos convence, podemos utilizar algún tipo de acolchado orgánico para cubrir el suelo desnudo, de manera que retendrá más humedad y servirá de refugio para microorganismos beneficiosos y lombrices, quienes a su vez la descomponen e incorporan al suelo en forma de nutrientes. A medida que vaya faltando acolchado iremos añadiendo más, de esta forma conservaremos a la población de lombrices de nuestro jardín. La paja de cebada funciona a la perfección, aunque casi cualquier materia orgánica fibrosa funcionará. No utilizar demasiado material verde fresco es aconsejable, de lo contrario favorecemos la descomposición anaeróbica y, por tanto, amenazamos con el equilibrio de microbios beneficiosos.
Inoculantes microbianos
Cada vez es más común ver en el mercado inoculantes formulados a partir de microbios beneficiosos, en especial los inoculantes fúngicos de micorrizas y tricoderma, aunque podemos encontrarlos con distintas formulaciones. Normalmente se comercializan como esporas en letargo en formato polvo, que se mezcla con agua y se añade al sustrato para conseguir multiplicar la microvida del suelo. El compost de lombrices de calidad es rico en vida beneficiosa y puede ser utilizado como inoculante además de como nutriente; podemos aplicarlo en una fina capa sobre la superficie del suelo o crear un té de compost con el que regaremos.
Riego correcto
Un último aspecto muy importante en este técnica de cultivo es no utilizar el clásico patrón seco/húmedo/seco/húmedo en el riego de cannabis. La mayor parte de la actividad de la vida microbiana acontece en la capa superior del suelo, así que la humedad será vital para su correcto desarrollo. En caso de que el suelo se seque en exceso, muchos microbios morirán y otros permanecerán en letargo hasta encontrar niveles óptimos de humedad. Lo mejor es que el suelo esté húmedo todo el rato, pero no empapado. Los acolchados ayudan a mantener un correcto nivel de humedad en el sustrato.
Esperamos que este post os haya servido para conocer más a fondo esta interesante e inteligente forma de cultivo. Además de conseguir mejores cosechas y una calidad superior en el producto final, un suelo vivo presenta numerosas ventajas respecto a uno inerte: las plantas desarrollan raíces con más facilidad, sufren menos durante los trasplantes, desarrollan más tolerancia a la sequía y más resistencia a plagas y enfermedades, utilizan mejor los nutrientes y evitan el uso de fertilizantes o pesticidas químicos.